jueves, 14 de abril de 2016

He leído un cuento de Ray Bradbury que se llama ‘La visita’. Este es el enlace en inglés:

https://novni.com/letters/read/2069/the-visit--short-story-by-ray-bradbury. 

Voy a traducirlo al español y pondré el enlace aquí también. Es sobre una madre que pierde a un hijo, y visita al joven al que el corazón de su hijo ha sido donado, trasplantado. Es decir, va a buscar el corazón de su hijo.

Durante el relato, cuenta que también va a visitar a otros, ella dice, por ejemplo, a la visión de su hijo.

Quiero poder hablar de mi hijo en presente sin que la gente se eche las manos a la cabeza y me acuse de algo. Quiero poder decir que existe, no desde un sentido religioso, espiritual, para mí no es eso. Para mí, mi hijo existe porque era un cuerpo vivo dentro de mí que se extrajo y acabó muriendo, existe porque estaría aquí ahora si eso no hubiera sucedido. Y el día del aborto era igual de hijo que sería ahora, pero mucho más pequeño. Un conjunto más pequeño de células y química que se unen y forman esta cosa tan rara que somos.

Y mi hijo está aquí, porque la visión de él está ahora en mí, y en más gente, porque con él nos hemos juntado otras personas y también vemos con él otras cosas. Porque si alguien lee esto, tal vez su visión empezará a ser otra. O si eres una mamá que no sabe qué hacer,  tal vez también tu visión ahora estará más clara.

Y está aquí porque su corazón (que no pudo latir) empezó a latir en mí de alguna forma, me fue trasplantado. Y su corazón estará en cada reflexión y cada paso que demos gracias a pensar en él y en su latido. 


Y está su voz, porque que tenga una voz es lo mínimo que yo le debo.

miércoles, 13 de abril de 2016

¿No sientes la presión?

A la presión la llaman de muchas formas, la llaman superación personal, la llaman desafío, la llaman cumplir tus sueños, la llaman estrés y abren centros de yoga.

Pero la presión, la evaluación, vienen cargadas de muerte. A ver si pasamos el examen, si somos válidos, si merecemos, con un aire inocente de concurso, de oportunidad, de depende de ti, tú decides.

La presión no es un fantasma, es violencia en el cuerpo. 


La presión en mi vientre, una mano apretando en el vientre, porque mi hijo no quería salir.

sábado, 26 de marzo de 2016

Esperanza

Esperanza.




Defenderte 

entre el olor a anestesia y 

lo aséptico.


Los segundos felices

de posibilidad,

que recuerdo como un 

escalofrío.


Estar aquí diciendo

que sí pasa algo,

y no sólo a mí.


Soñando contigo

que a otros,  a los demás,

a nosotros,



que no pase.

sábado, 12 de marzo de 2016

Se lavaron las manos.

La sangre (arrancar es una palabra real:
arrancar
arrancar

el dolor de los músculos 
                                      contrayéndose

intentando agarrarse
a la vida)

que corrió por el desagüe.



Sólo tú.
Sólo tu cuerpo.
Sólo tú.


Sola.


Se lavaron las manos


y no era sólo mía.

sábado, 27 de febrero de 2016

Miro en internet cómo serías, es lo único que tengo. Tendrías los 27 huesos de tus manos, te moverías aunque sin controlar tus movimientos, podrías reírte y fruncir el ceño y hasta chuparte el dedito.
Yo no escribo esto para cuestionar la legalidad del aborto. Yo cuento la contradicción entre un discurso que habla del aborto como algo que me empodera y me hace libre, y mi experiencia, la experiencia en la que perdí a mi hijo por hacer ‘lo que tenía que hacer’.

Yo no me siento culpable. No tengo dentro un gran conflicto entre ‘lo que en verdad deseaba’ y una carga moral que me dice ‘has matado una vida’. No lo tengo.

Yo me siento sin mi hijo. 

lunes, 15 de febrero de 2016

Ayer me di cuenta de una cosa más.


Estos días pienso mucho en cómo nos relacionamos defendiéndonos del otro. “Ese tío va a ser un capullo, va a hacerme daño”. “Esa tía me va a quitar mi libertad”.Y parece que nos acercamos así, con las manos hacia delante, en posición defensiva. Nos conocemos compitiendo, con una idea de la otra persona que configura también la idea que tenemos de nosotros mismos. Nos acercamos separándonos.


Otra de las razones por las que yo aborté, es esa. Automáticamente saltó el resorte defensivo. Como en una guerra, saqué un escudo, me defendí del enemigo, acabé con él. Porque era lo que tenía que hacer, porque esto es una guerra. Porque hay que ser competente.



Lo que pasa es que no era por nosotros por quien luchaba, ni por nuestra vida ni nuestra libertad.