viernes, 12 de febrero de 2016

A mí lo que me duele, lo que se me retuerce por dentro cada día, no es sólo la ausencia, la alegría que me quité de encima, que me arranqué del cuerpo, la posibilidad que nos negué.


Es también haber sentido una mentira fundamental, una decepción, una muerte disfrazada de vida. En mi caso, no es que yo no quisiera tener un hijo, ni es que la vida sea ahora mejor sin él. No lo es. Es que es que esto va rápido, muy rápido, no podemos quedarnos atrás, y mi hijo no podía participar en la carrera, era un peso extra.



Ya no puedo ser la misma persona. Después de saber eso, ¿cómo podría seguir como si nada?