A mí lo que me duele, lo que se me retuerce por dentro cada
día, no es sólo la ausencia, la alegría que me quité de encima, que me arranqué
del cuerpo, la posibilidad que nos negué.
Es también haber sentido una mentira fundamental, una
decepción, una muerte disfrazada de vida. En mi caso, no es que yo no quisiera
tener un hijo, ni es que la vida sea ahora mejor sin él. No lo es. Es que es
que esto va rápido, muy rápido, no podemos quedarnos atrás, y mi hijo no podía
participar en la carrera, era un peso extra.
Ya no puedo ser la misma persona. Después de saber eso,
¿cómo podría seguir como si nada?