No, no soy yo sola: ojo. Algunos piensan que soy la mujer
mala y asesina que acabó con una vida por puro egoísmo. Otros, que soy una
mujer valiente, que hizo lo que tenía
que hacer, por ella y por ese hijo, que no era ni hijo, ni era nada, pero que
hizo lo que tenía que hacer.
Pues no, no soy yo sola. Soy yo y mi hijo, o mi hija, pero
también vosotros, y vosotras. La mujer que se sentía con vergüenza de sí misma
cuando apenas temía estar embarazada, no era una mujer loca, con todo eso viniendo a su cabeza de la nada.
La mujer que se sintió muerta de miedo pensando en el trabajo no era una mujer
independiente, tomando su decisión en una burbuja, con todas las posibilidades
por delante y todo el tiempo del mundo para pensar. Y la mujer que pagó 450
euros ese día y aceptó un contrato en el que le hicieron firmar que hacía eso
“por ver peligrar su vida a causa del embarazo”, ingresó el dinero en la
cuenta de alguien.
¿Que es una irresponsabilidad tener un hijo cuando no tienes
un trabajo estable? ¿Que es una locura dejar crecer a un hijo que no habías
planeado porque un hijo “es una cosa muy seria”? Qué fácilmente nos vienen esas
frases a la cabeza. Los de la asesina, me hicieron sentir culpable por matarlo.
Los otros, los de la heroína, me hicieron sentir culpable por haberme tan
siquiera atrevido a pensar en que quería tenerlo.
Así que a mí me parece que aquí hay algo que chirría, si los
que pagamos el pato somos mi hijo y yo. Y vosotros, vosotros también lo pagáis.
Yo no soy culpable: soy responsable de la decisión que tomé,
pero soy una fracción, un porcentaje pequeño en el diagrama de los factores que
acabaron con la vida de mi hijo, del hijo que ya no voy a ver crecer. Y no soy
culpable por llamarlo hijo. Soy madre.